Hubo una vez una mujer que soñaba más que vivía.
Y no porque su vida fuera especialmente lamentable, ni mucho menos, pero se sentía tan atrapada en esa maraña de rutinas y tareas que se había tramado a su alrededor, como una conspiración lenta y silenciosa, que tenía la urgente necesidad de liberarse, de huir.
Cuentan que una tarde de invierno se dirigió a la verja de atrás de su casa, como había hecho tantas veces, con una manta sobre los hombros, para dejarse seducir por los colores del atardecer. En esa época del año el sol se esconde pronto y mientras los gemelos disfrutaban en casa, con la chimenea encendida, de una buena merienda que les había preparado, ella aprovechaba para permitirse esa pequeña escapada, deleitar sus sentidos y soñar.
Y soñó y, mientras el sol comenzaba a esconderse en el mar, se imaginó en la vida que se le había arrebatado. Porque ella y su amiga Victoria, la que ocupaba el pazo colindante al suyo, la que tenía cuatro hijos y el culo se le había hecho tan grande como el de las vacas que ordeñaba cada mañana, cuando eran jovencitas y sus cuerpos ajustaban de maravilla en las tallas estándar de los vaqueros, soñaban con viajar lejos de allí donde siempre llueve y huele a mierda de animales. Querían coger un barco o un avión y escapar de la condena familiar que las programaba para continuar atadas a la tierra y la ganadería e irse lo más lejos posible, no importaba el lugar, deseaban volar…
Dicen que en ese momento, en los segundos previos en los que el rojo anaranjado fue desapareciendo y los tonos azules del mar y el cielo se confundían, cuando una suave brisa que comenzó a soplar desde su espalda le hizo creer que la verja se iba descomponiendo en pequeños fragmentos y éstos se unían al vuelo de una bandada de gaviotas que justo en ese momento pasaba sobre ella.
Aquello lo tomó como una señal, como una invitación a escapar, sus sueños se hacían cómplices y le brindaban la oportunidad de cumplirlos.
Atravesó la verja sin dificultad, prácticamente deshecha por el salitre y el oxido acumulado más que por la fuerza de sus fantasías, y corrió sobre la hierba desprendiéndose de la manta que se quedó flotando unos segundos a su espalda, como una alfombra mágica suspendida en el aire.
Fue entonces cuando llegó al acantilado.
Y voló…
El miedo se apoderó de ella. En su extasiada carrera había olvidado lo cerca que estaba el precipicio.
Mientras caía pensó en sus hijos, que pronto acabarían la merienda y la esperarían para prepararles el baño, la buscarían por la casa, por el jardín…
Quiso soñar, en esos eternos segundos, con un milagro que amortiguara su caída, soñó fuerte, deprisa, en voz alta y con los ojos apretados para que se formara una red que la recogiese antes de destrozarse contra las rocas, pensó que podía ser posible al igual que antes la fuerza de sus sueños hizo descomponerse la verja de su casa.
Pero en el instante antes del impacto mortal comprendió que los sueños ayudan a evadirse de la realidad… pero no a construirla…
Francisco J. Berenguer
Estupendo relato, Francisco, la mayoría vivimos esas dos vidas de la protagonista, para evadirnos de una realidad que no nos llena. Soñar está bien pero, no debemos vivir demasiado tiempo en esa fantasía ya que perdemos la capacidad de arreglar o cambiar nuestras vidas.
Saludos
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Gracias, Júlia, por dedicar parte de tu tiempo en leerme y comentar.
A veces damos demasiada importancia a los sueños, tienes razón, pero yo soy un soñador empedernido ¿qué le voy a hacer?
Un saludo.
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Excelente. Supongo que todos llevamos esas dos vidas. En mi caso, y me atrevo a suponer que en el suyo, saco fragmentos de esa vida imaginaria a través de la escritura. Saludos.
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Cómo no, Andrés. Escribir es vaciar lo que llevamos dentro, lo real y lo imaginario.
Gracias por comentar.
Un saludo.
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Muy bueno este salto mortal…
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Y sin red…
Gracias, un saludo
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M encantó, Francisco!! No dejemos d soñar aunque la vida s nos vaya en ello 😀
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Gracias, Mamen. Aunque tampoco dejemos que la vida se nos vaya por ellos.
Un abrazo
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Lo de q “aunque la vida s nos vaya en ello” es una forma de hablar… Los sueños son lo que nos hace imaginar cosas que queremos en nuestra vida y luego se pueden transformar en realidades 😀
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La realidad, como un golpe, el salto/sueño, que parece apartarnos
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Perdón…. Sigo: que parece apartarnos de ellos… Vivir? Soñar? Dónde está la línea que lo separa? En la talla del vaquero? En la verja oxidada que se deshace?? Me encanta elucubrar con tu relato, tan bueno!!!. Un saludo
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Y a mí me encanta que te sugiera todo eso.
A veces escribimos y no sabemos si el mensaje o la idea que queremos transmitir realmente es la que llega al lector y traspasa más allá de la palabra escrita.
Un placer conocerte.
Un saludo.
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Uffff
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Pues sí…
Un saludo
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Es que no he sabido que decir, salvo que me ha encantado
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Gracias, Jordi.
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Me emocionó. Genial.
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Gracias, Ángels.
Un saludo
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